El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

Mujeres

He descubierto que no entiendo a las mujeres. No lo digo en tren de frase trillada, sino que es una profunda y sincera sensación de desconcierto que me deja atónito. Es que uno nunca sabe para donde van, dicen una cosa y piden otra, quieren el sol, cuando se los damos, lo que esperaban era la luna. Complejas y perdidas. Imposibles e imprescindibles. Se comportan como si supieran que quieren, quiénes son, nos imponen sus puntos de vista, pero, cuidado incauto!, no quieren que vayas por ahí!. Si te unes, si te rebelas, da igual. Quién escribió el manual!? quiero encontrarlo, quién quemó la única edición? a ese quiero matarlo. No seré el primero en desesperar, ni el último en regalar flores, ni el primero en correr, ni el último en querer, ni el primero en odiar, ni el último en apagar la luz. El centro del problema, el nudo giordano, la madre del borrego, es siempre que nunca nadie puede prever que hay detrás de esa sonrisa triste, de ese llanto alegre, de ese grito silencioso, del te amo de lejos, te odio de cerca. Dicen: ¿Para qué salís con tus amigos, si no quiero que estés cerca mío?, dicen todo y no dicen nada. Mejor no acercarse, prefiero saltar sobre una mina... de guerra, obvio. O en todo caso terminar con aquellos malditos que escriben esas estúpidas canciones de amor que no hacen más que pisotear la poca cordura a la que puede llegar una mujer. A los psicóticos libretistas de películas románticas, muerte. Si algo concluyo es que no las entiendo, pero muy probablemente me olvide, y me comporte tan estúpidamente como para saltar hacia una mina... perdón... de una mujer.

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