El cuatro de copas, es aquella figura de la baraja española, que por un sentido estratégico totalmente desconocido para mi, ha sido designada como la más insignificante del mazo.
Paralelamente, se le asigna a las personas carentes de individualidad, o munidos de insignificancia, el adjetivo de "cuatro de copas".
Ahora bien, ¿quién es el inventor de cuatro de copas en este país? Seguro que Tinelli, saca personajes secundarios, inexistentes para el televidente, hasta que ahí, desde en la negrura del segundo plano (también tercero, cuatro y así hasta el infinito), saltan al frente del TV.
Comadrona televisiva, los escupe al escenario, para que den muestras de originalidad (?) o de cualquier baratija que puedan hacer a fin de entretener (?) al público.
Inteligente él, como un buen chef, los deja en el candelero, hasta que son reemplazados por otros... siempre hay otros, porque nadie quiere ser cuatro de copas, porque nadie quiere ser nadie.
Es una cruz pesada, esa de no ser nadie, sin evaluarse, sin preguntarse para qué ser alguien.
En el fondo, a mí tampoco me gusta ser nadie, la pregunta es, a qué costo uno quiere ser alguien, y si emperifollarse con una galera, o ponerse prótesis en donde se pueda, es algo. Definitivamente no es ser alguien.
Deberíamos preguntarnos qué es ser alguien, y tal vez nos demos cuenta, que, en definitiva, la pregunta es difícil de responder, y tal vez, sólo tal vez, el ejercicio de pensar nos lleve a una idea nueva.
No digo original, porque queda poco de original, pero sí nueva, al menos para uno.
Hoy me fui a tomar un cortadito y una medialuna, en un café cerca de la oficina, nunca lo había hecho (en horario de trabajo), no es original, pero es algo nuevo, y durante unos segundos, mientras acariciaba la taza humeante, no me sentí un cuatro de copas, era simplemente yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario