Pasamos por alto un detalle espeluznante. Todos los días tomamos una o varias elecciones. Si bien la mayoría con tomadas de manera apurada o inconsciente, no necesariamente quiere decir que no sean trascendentes. Si uno vuelve a su casa, si va al trabajo, si se dedica a tal o cual actividad, si hoy habla con mengano o zultano, son opciones que marcan nuestro presente, pero que proyectan un futuro. El hombre casado que vuelve a su casa ratifica su matrimonio, sin que lo sepa, o lo asuma. El que se dirige a su trabajo, a pesar de no saberlo, está revalidando su labor.
Trasladamos las decisiones a cuestiones frívolas, como un gusto de yogur o la marca de Televisor, sin darnos cuenta, que estas "opciones" son totalmente ajenas a nuestro futuro.
Las verdaderas opciones, las llevamos al plano de la normalidad, y de ahí para siempre sin reevaluar, sin entender que son trascendentales.
Hoy me paré en una góndola del supermercados, y a pesar de mis pesares, sentí una gran satisfacción cuando elegí entre dos marcas distintas de galletas de salvado, olvidando por un rato, las cuestiones pendientes, y el negro, trémulo, e inhóspito futuro.
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