El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

El amor

Enfrascado en mis pensamientos, y la respuesta a las preguntas fundamentales de mi existencia, me encontré divagando sobre el amor, mientras Robert Levin rescataba con su piano a Mozart. Leyendo una frase de Sinay, logré formar una propia, si el amor llega, bienvenido; si hay que correr detrás de él todo el tiempo, ya no es amor, es manía.
Y resultado de ello, me encuentro y pregunto, si no es manía, la que hace que los movimientos de búsqueda del amor, se transformen en una pulsión.
Como la vida moderna, que busca la diversión, el permanente deseo de cubrir nuestro dolor, nos lleva a relaciones compulsivas, a buscar desesperadamente que nos quieran. Cuando la búsqueda se convierte en algo que hay que llenar con más cosas, con más vida social, con más entretenimiento, con más cosas que llenen ese vacío interior, drogas, sexo, comida, actividad y deporte.
Porque la felicidad y el amor, no son cuestiones que aparecen de la nada, sino que se construyen día a día.
Surgen de pequeños momentos. Recuerdo un viaje cercano en el tiempo, en donde los momentos de felicidad fueron pequeños, cosas nimias, pero que me colmaron. Sin necesidad de estridencia.
Pero la pregunta sigue latente, y el amor, como esencia, se desvanece cuando hay apuro, cuando hay desconfianza y no hay valor a los momentos pequeños. Es más fácil recalar en lo que cubre el vacío rápido, pero con el peligro de necesitar más cuando irremediablemente el dolor vuelva.
Por eso, tranquilo, hay que esperar que llegue, como consecuencia del fundamento de quién cada uno es.

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