El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

Hay tres cosas

Hay tres cosas que un hombre nunca debería hacer. Primero, ponerse un slip sobre el pantalón, lo cuál es obvio con sólo ver lo ridículo que se ve Superman. Lo segundo es tomar jugo de naranja después de cepillarse los dientes, la simple experiencia indica que es horrible. Y finalmente enamorarse. De los tres ítems, el último es el de más difícil cumplimiento y el error en que incurrimos con mayor frecuencia. Por más que uno se lo proponga, no hay un hombre que no caiga en las garras del sutil sentimiento del amor. Los hay que han caído de manera heroica, estoica y hasta estúpidamente. Algunos han sucumbido una vez, los más desgraciados muchas. Sin embargo, los que apostaron y perdieron lo vuelven a intentar, como las moscas frente a una ventana cerrada, hasta que la cabeza se les abre de tantos golpes. Otros hasta que se les abra el corazón de tanta herida. Finalmente, están en los que en su inconsciencia, creen haber hallado el lugar perfecto para depositar su corazón, un lugar cálido, amplio y cómodo. Crédulos y mortales descansan sobre la ñoña idea de la inmortalidad que deja el sentimiento de estar enamorado, como Romeo con Julieta. No es necesario explicar como terminó eso. Así, el badulaque, tiene tan claro sus pensamientos como un cuadro de Monet. Pero impávido y sonriente deja que la cálida mano del amor llegue hasta sus entrañas, con la esperanza del remirado, de aquel que cree saberlo todo, del que se considera intangible. A pesar de todo espera, que por una vez la verdad se mentira, y la mentira verdad, y que el amor no duela tanto, y no dañe al padeciente. Persistentemente estúpido, siempre respetable, hombre enamorado.

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