El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)
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Tú
Hoy que te veo, y que recuerdo cuando no te surcaban arrugas la cara, cuando la sonrisa era más amplia, el frescor de la mañana te alegraba, el tiempo era nada, y el amor una pretensión. En la época heroica, cuando las cumbres se rendían, y lo común era regla. La mirada limpia. Caminabas tranquilo, con el sol en la cara, sin mirar atrás ni esperar nada adelante. En los trances difíciles, en los momentos de alegría, en las veredas calientes y en los puentes helados, con las certezas, las convicciones. En el estremecimiento, y exaltación de Chesterton, y la búsqueda del cuento rápido, y la sorpresa de todo. Cuando eramos jóvenes, y el tiempo anunciaba la nada. En el abrazo de la soledad, y el jubilo de estar con uno mismo. En el gozo de la amistad, y los debates hasta las seis de la mañana. En los besos simples, en las cachetadas complicadas. Ahora, más viejo, y más tonto, nada es igual. Traicionado y traidor, mentiroso y mentido, amado y odiado. Desconfiado. Habiendo escondido lo mejor, ocultando, y mezquino, apartado de todo. Cuanto dejaste, y cuanto perdiste. Hoy no te reconozco, de dónde viniste y qué hiciste de aquél que, anónimo, no pretendía dañar, odiar, mentir, estafar, desconfiar. No se si hay algo en común, sólo se que no te conozco, pero te odio, hasta lo más profundo de mi alma, porque te dejaste doblegar, no apostaste y perdiste. Por eso te odio, tú, que desde el espejo me devuelves esa fría y desaprensiva mirada.
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