En invierno, cuando el dolor se intensifica, cuando el hambre es más duro, y el frío más doliente. El abrigo fundamental para el cuerpo es fácil de encontrar, los hay de todas las formas y colores, suaves y ásperos. Los hay de bajo precio, y hay caros. Cuando necesitamos calor lo encontramos, pero cuando el alma está inerte y fría, no hay abrigo fácil de encontrar, la talla es fundamental, no llena cualquier cosa, como una represa, hay que juntar mucho caudal de agua. Mientras más grande el vacío, más difícil de llenar. No lo llena ni la música, ni los libros, ni los amigos, ni la familia. No hay nada que cure la herida cuando sangra, ni toda la sangre del mundo puede apagar el dolor de ese sentimiento de vacuidad. ¿Qué me puede saciar? ¿De dónde surgirá una fuente de paz? Cuando llegará el calor de la primavera, que como caricia, pueda derretir el frió, y doler el alma, hasta empachar. ¿Cuándo sanarán las heridas?. Nada colma, nada sabe a nada, todo es igual y monocorde, no hay más que grises, ni la muerte me conmueve, ni la risa me alegra. ¿Hasta cuándo?
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