El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)
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Sabana
La juventud lo sorprendió furtivamente, y rápidamente aprendió a cazar para subsistir, casi sin experiencia, conociendo el medio, las presas y los motivos. Fue incrementando experiencia, y hazañas. Era sabidas sus presas, por dificultosas, e inaccesibles para otros, por desidia e impericia. Dos gacelas, ambas en el mismo asalto, los días de fatiga tras aquella presa escurridiza e impredecible. El respeto cundía cuando cazaba. Había otros, mejores seguro, pero no lo igualaban en estilo. Transcurridos los años, quizás por miedo, tal vez por seguridad, algunos dicen que por amor, sin que nadie pudiera preverlo, se retiró a la cómoda reservación. Ahí, en el silencio, se encontró con su corazón, su interior, lo que cundía por sus venas, en aquellos días de solaz, y tranquilidad de batalla, encontrando en la bucólica protección aspectos de sus ser que desconocía. Pero de igual manera, fue perdiendo el vigor, el arrojo, y los atributos que su condición de cazador eran gloria y estandarte de su pasado. De esta manera perdió su confianza, amor propio, y la soltura de sus arcanos pergaminos. Alejado de todo, y desilusionado de lo que había buscado en la reserva, un día se fue. De vuelta en la sabana sintió temor, nunca miedo, porque no se sintió perdido ni paralizado. La fauna había cambiado, el clima y el olor eran distintos, los días... definitivamente más grises. Ya no había presas y cazadores, todos eran cazadores, pero peor, todos podían ser víctimas. Cazó gacelas, algunas más difíciles que otras, algunas más discretas que otras, pero todo se había convertido en algo más complicado. Las presas, indistintamente, eran cazadoras e instintivamente peligrosas para el retornado. Lentamente fue ganando confianza. A pesar de tener más años, menos garras, más peso y por sobre todas las cosas menos ganas, obtuvo éxito tras éxito. Volvió, sin pensar, a sentir el riesgo y la adrenalina del desafío, sumado a una nueva regla... él podía ser víctima de su propia presa. Pero en definitiva había que adaptarse. Calculando el riesgo, siguió en su camino de confianza, y sentado, pasando por encima de sus nuevos competidores, mejores en varios aspectos, volvió. Sentado sobre la pequeña colina, observa, apacible, y poco locuaz, pero firme, como cambió el medio ambiente, y cómo había vuelto al ruedo. Viejo y cansado, mirando el atardecer, se asomaba una sonrisa en su cara, porque se puede ser pesado, viejo y lento, pero nunca, nunca se pierden las mañas, y en eso, sólo en eso, seguía siendo el mismo de antes. A pesar de estos nuevos tiempos egoístas y mezquinos. Y esa sensación lo dejaba en paz, lamiéndose sus propias heridas, como el mismo león que alguna vez, furtivamente, había empezado a cazar.
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