El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

Talitá Kum

"por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla." (Libro de la Sabiduría).
La muerte, algo que misteriosamente nos encuentra a diario, en la calle, o en el matutino, entre las tostadas y el café.
Inexorable. Diaria. Irrevocable.
La muerte está en el mundo, no para sufrir, sino para esperanzarnos.
Cada vez que muere alguien nos preguntamos dónde va, qué hizo. Qué pensó. Sin la muerte no nos cuestionaríamos el mundo, no pensaría, entre el trabajo y la vida, nada, no revelaría nuestra conciencia.
La muerte, cualquiera, la de un ser querido, un conocido o un soldado en Burundi, todas las muertes nos conmueven en mayor medida.
Todas nos hacen levantar los ojos al cielo y pedir un tiempo más para nosotros, un tiempo más para mejorar, para cambiar, para luchar por lo que queremos.
La muerte nos corre del lado cómodo, nos molesta, enfrenta la abulia, y nos desespera.
Algunos quedan en la desesperanza, otros buscan más allá.
Hoy falleció un conocido, joven, muerte estúpida y sin sentido. Por velocidad, por alcohol. En la mañana alegre de muchos, se tiñó de sangre en un sin sentido, para dolor de los que lo querían cómo hijo, como hermano.
Para los que mirábamos más de lejos, es una señal. No estamos para siempre. Aunque nos visitamos de prepotencia, y la soberbia nos haga superhombres, hay una muerte, hay un fin.
Y antes del fin, solo los hechos y acciones podrán salvarnos, de la nada y el caos.
Y antes del fin habrá que levantarse, habrá que cambiar, no por miedo, no por temor, sino para llenar con justicia, este tiempo que no es nuestro, pero en definitiva nos pertenece, talitá kum.


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