El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

La esquina familiar

Fue el día que inopinadamente nos encontramos con mi viejo en una esquina familiar, donde habíamos transitado en mi infancia camino a un trabajo de verano, cuando lo acompañaba de peón para sostenerle un martillo o ir a comprar sanguchitos de salame para el almuerzo.
Cuando era niño y me divertía haciendo de trabajador, con herramientas y máquinas, rodeado de viruta y cemento. Cuando éramos libres de fracasar, y en el tiempo que éramos tan jóvenes. No habían nubes de pesimismo y los afectos eran tan reales como la mañana y el sol que la regalaba.
Y éramos tan jóvenes.
Ahí, donde hoy trabajo, me divierto, y donde recibía saludos, de los sinceros y los no tanto.
Decia que fue ese día, donde después de los saludos, mi viejo me miró a los ojos, con esos ojos tan cansados, vividos, con sueños de pasado y brillantes. Y entre sorprendido y alegre, me dijo que sentía orgullo de mi.
Y ahí sus ojos, que otrora fueran tan severos y paternales, se humedecieron, un poco, y a mi, que no me cuesta, me contagió la humedad.
Lo abrace y le dije: "es que estamos grandes viejo, ya no soy un niño". Mentira evidente para quien sigue siendo niño, a sus ojos.
Nos quedamos callados un rato, silencio común y familiar, hasta que lo acompañe unos metros para despedirlo lejos de la gente. Y ahi, nuevamente en silencio, nos miramos de nuevo, como niño y padre, tan cercanos pero lejos en años. Tan eterno y simple como los años que ya nos habían pasado. Los miedos de mis padres, la desesperación que les cause era pasado, es presente y será futuro, son padres y soy hijo.
Tan sesgados en sentimiento somos que no emitimos más palabras que unas formalidades despedidas, y así se alejó de la esquina familiar y cercana, y le quedé inmóvil. Lo vi caminar y alejarse.
Y si viejo, a veces mariconeamos, se nos asoma una lágrima y nos juntamos a charlar y saludarnos como viejos amigos, de esos que vemos poco, pero siempre están.
Hoy mi viejo se sintió orgulloso, y lejos, muy lejos me deja la vara, porque se que espera, y se que no me lo exige, pero se que soy débil, soy vulnerable, yerro seguido, pero el cree que puedo y no hay mayor alegría que saber que es feliz viéndome intentar saltar.




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