Fue el día que inopinadamente nos encontramos con mi viejo en una esquina familiar, donde habíamos transitado en mi infancia camino a un trabajo de verano, cuando lo acompañaba de peón para sostenerle un martillo o ir a comprar sanguchitos de salame para el almuerzo.
Cuando era niño y me divertía haciendo de trabajador, con herramientas y máquinas, rodeado de viruta y cemento. Cuando éramos libres de fracasar, y en el tiempo que éramos tan jóvenes. No habían nubes de pesimismo y los afectos eran tan reales como la mañana y el sol que la regalaba.
Y éramos tan jóvenes.
Ahí, donde hoy trabajo, me divierto, y donde recibía saludos, de los sinceros y los no tanto.
Decia que fue ese día, donde después de los saludos, mi viejo me miró a los ojos, con esos ojos tan cansados, vividos, con sueños de pasado y brillantes. Y entre sorprendido y alegre, me dijo que sentía orgullo de mi.
Y ahí sus ojos, que otrora fueran tan severos y paternales, se humedecieron, un poco, y a mi, que no me cuesta, me contagió la humedad.
Lo abrace y le dije: "es que estamos grandes viejo, ya no soy un niño". Mentira evidente para quien sigue siendo niño, a sus ojos.
Nos quedamos callados un rato, silencio común y familiar, hasta que lo acompañe unos metros para despedirlo lejos de la gente. Y ahi, nuevamente en silencio, nos miramos de nuevo, como niño y padre, tan cercanos pero lejos en años. Tan eterno y simple como los años que ya nos habían pasado. Los miedos de mis padres, la desesperación que les cause era pasado, es presente y será futuro, son padres y soy hijo.
Tan sesgados en sentimiento somos que no emitimos más palabras que unas formalidades despedidas, y así se alejó de la esquina familiar y cercana, y le quedé inmóvil. Lo vi caminar y alejarse.
Y si viejo, a veces mariconeamos, se nos asoma una lágrima y nos juntamos a charlar y saludarnos como viejos amigos, de esos que vemos poco, pero siempre están.
Hoy mi viejo se sintió orgulloso, y lejos, muy lejos me deja la vara, porque se que espera, y se que no me lo exige, pero se que soy débil, soy vulnerable, yerro seguido, pero el cree que puedo y no hay mayor alegría que saber que es feliz viéndome intentar saltar.
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