El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

EL HADA


Había una vez un hada pequeña que coleccionaba flores de fresas de primavera, lo cual era fácil si pensamos que en el pequeño país de Tnek, la primavera era la única estación del año.
Pasaban los días en su feliz y simpática tarea, al son de una vieja canción que las ancianas hadas cantaban en la cabecera de las camas de las pequeñas hadas en su revoltosa niñez.
La candidez de su sonrisa, la belleza de sus ojos, y la luminosidad de su alma, hacían de Lim, el hada más deseada del bosque de Tnek.
Tan famosa era la alegría que producía en el alma de la gente, que la historia fue pasando de pueblo en pueblo, de boca en boca, hasta que llegó a oídos del Rey de Nmorak, más conocido como el Rey Negro.
Ghert, el Rey Negro, ordenó a sus soldados que se aprestaran a la búsqueda del hada famosa.
Sus guardias fallaron una y otra vez, hasta que cansado de la ineptitud de su gente, decidió atraparla el mismo.
Luego de varios días en el bosque luminoso de Tnek, una noche cerrada, sin estrellas, la capturó cuando intentaba llegar a una recientemente nacida flor de fresa.
Exultante, Ghert, el Rey Negro, la llevó a su castillo.
Al sacarla de su bolsa, la colocó en una jaula de oro de ofir, traído del mismísimo Ezion Gueber.
Pero el hada no brillaba, no sonreía, no iluminaba.
-          ¿Qué te ocurre? –gruñó el Rey Negro.
El hada no contestó, trémula, se arrinconó en la esquina de su jaula.
-          Soy el Rey, te ordeno que me respondas, que me hagas feliz, te ordeno…-
El Rey no pudo continuar su frase, el hada derramó una lágrima brillante, más bella que un diamante, y más pura que el agua de manantial. Y mustia se recostó sobre el piso de la jaula y murió.
-          Inaudito!- Gritó de cólera Ghert- no puede morir! Es el hada de la felicidad!. Llamad al brujo, que venga!
Los peones del Rey se movieron con rapidez y trajeron al viejo brujo decrépito, que rápidamente se precipitó sobre el hada. Luego de examinarla, se volvió hacia el Rey, y le dijo:
-          Estúpido, duro de corazón, necio, ¿Cómo pretendiste encerrar la felicidad para tu propio bien? El hada ha muerto por tu codicia.
Apesadumbrado, el Rey Negro, dejó la sala, y se sentó en el trono de los Reyes de Nmorak, y abjurando de su negligente conducta, pidió perdón desde el fondo de su corazón.
De tanta tristeza, una lágrima oscura y pesada rodó por su rostro. Al mismo instante, el cuerpo del hada desapareció.
Dicen que el hada volvió a la vida en el bosque, pero los más ancianos, los que en verdad siempre saben la verdad de las cosas, cuentan que el hada vivió en el corazón del Rey Negro, hasta el fin de sus días.

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