El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

El Perdón

Ciertamente no estamos preparados para entender lo mágico y gratificante que es el mundo. Preferimos la mirada pálida porque es una forma de percibir al mundo menos compleja y más sumisa de la realidad, que la actitud de enfrentarnos a un mundo alegre, sorprendente e incomprensible que nos obliga a pensar y reflexionar. Un hombre golpeado por la vida, por la muerte de un hijo, cuando no hay dolor más grande en el mundo, se acerca a un sujeto que también sufre, por una nimiedad, para consolarlo y ofrecerse como soporte, esto es lisa y llanamente tan sorprendente y mágico que deja perplejo al espectador. No ofrece una ayuda lacrimosa, sino un soporte alegre y vital, totalmente despojada de miseria, autocompasión y morbo. El milagro es evidente, es incomprensible, ¿qué hay detrás de un hombre, que habiendo perdido lo más preciado, puede acercar felicidad y consuelo a un ajeno? La pregunta no es huera y nos enfrenta a lo magnífico. Pero a su vez nos pone en evidencia, secamos nuestras lágrimas en una fuente pequeña, en nimiedades, nos aislamos y revelamos por poco. En cambio, ahí, cerca, el que ha sufrido mucho, da. ¿Qué puede decir quien recibe la gracia del consuelo, cuando quién lo da merece más? Congraciado en el perdón, las heridas tardan en cicatrizar, pero uno se permite perdonar la herida. Es ahí cuando nos asumimos como reyes de la realidad, la doblegamos, porque no basta la resignación, es necesario considerar el dolor como parte de los golpes que tallan el mármol de nuestras vidas. Sin querer uno se transforma en una persona fuera de lo común, tan grande que no entra en la comprensión diaria del que vive en mezquindades, llegando inclusive a prestar su ayuda a quienes, como uno, vivimos penando más de lo necesario, y sonriendo menos de lo aconsejable.

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