El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

¿Hasta Cuándo?

En invierno, cuando el dolor se intensifica, cuando el hambre es más duro, y el frío más doliente. El abrigo fundamental para el cuerpo es fácil de encontrar, los hay de todas las formas y colores, suaves y ásperos. Los hay de bajo precio, y hay caros. Cuando necesitamos calor lo encontramos, pero cuando el alma está inerte y fría, no hay abrigo fácil de encontrar, la talla es fundamental, no llena cualquier cosa, como una represa, hay que juntar mucho caudal de agua. Mientras más grande el vacío, más difícil de llenar. No lo llena ni la música, ni los libros, ni los amigos, ni la familia. No hay nada que cure la herida cuando sangra, ni toda la sangre del mundo puede apagar el dolor de ese sentimiento de vacuidad. ¿Qué me puede saciar? ¿De dónde surgirá una fuente de paz? Cuando llegará el calor de la primavera, que como caricia, pueda derretir el frió, y doler el alma, hasta empachar. ¿Cuándo sanarán las heridas?. Nada colma, nada sabe a nada, todo es igual y monocorde, no hay más que grises, ni la muerte me conmueve, ni la risa me alegra. ¿Hasta cuándo?

Sabana

La juventud lo sorprendió furtivamente, y rápidamente aprendió a cazar para subsistir, casi sin experiencia, conociendo el medio, las presas y los motivos. Fue incrementando experiencia, y hazañas. Era sabidas sus presas, por dificultosas, e inaccesibles para otros, por desidia e impericia. Dos gacelas, ambas en el mismo asalto, los días de fatiga tras aquella presa escurridiza e impredecible. El respeto cundía cuando cazaba. Había otros, mejores seguro, pero no lo igualaban en estilo. Transcurridos los años, quizás por miedo, tal vez por seguridad, algunos dicen que por amor, sin que nadie pudiera preverlo, se retiró a la cómoda reservación. Ahí, en el silencio, se encontró con su corazón, su interior, lo que cundía por sus venas, en aquellos días de solaz, y tranquilidad de batalla, encontrando en la bucólica protección aspectos de sus ser que desconocía. Pero de igual manera, fue perdiendo el vigor, el arrojo, y los atributos que su condición de cazador eran gloria y estandarte de su pasado. De esta manera perdió su confianza, amor propio, y la soltura de sus arcanos pergaminos. Alejado de todo, y desilusionado de lo que había buscado en la reserva, un día se fue. De vuelta en la sabana sintió temor, nunca miedo, porque no se sintió perdido ni paralizado. La fauna había cambiado, el clima y el olor eran distintos, los días... definitivamente más grises. Ya no había presas y cazadores, todos eran cazadores, pero peor, todos podían ser víctimas. Cazó gacelas, algunas más difíciles que otras, algunas más discretas que otras, pero todo se había convertido en algo más complicado. Las presas, indistintamente, eran cazadoras e instintivamente peligrosas para el retornado. Lentamente fue ganando confianza. A pesar de tener más años, menos garras, más peso y por sobre todas las cosas menos ganas, obtuvo éxito tras éxito. Volvió, sin pensar, a sentir el riesgo y la adrenalina del desafío, sumado a una nueva regla... él podía ser víctima de su propia presa. Pero en definitiva había que adaptarse. Calculando el riesgo, siguió en su camino de confianza, y sentado, pasando por encima de sus nuevos competidores, mejores en varios aspectos, volvió. Sentado sobre la pequeña colina, observa, apacible, y poco locuaz, pero firme, como cambió el medio ambiente, y cómo había vuelto al ruedo. Viejo y cansado, mirando el atardecer, se asomaba una sonrisa en su cara, porque se puede ser pesado, viejo y lento, pero nunca, nunca se pierden las mañas, y en eso, sólo en eso, seguía siendo el mismo de antes. A pesar de estos nuevos tiempos egoístas y mezquinos. Y esa sensación lo dejaba en paz, lamiéndose sus propias heridas, como el mismo león que alguna vez, furtivamente, había empezado a cazar.

Sentimiento encontrado

Hay momentos en que ocurre lo que uno quiere, cuando la sensación de encontrar el reducto de paz, o el momento justo para sentarse a repensar todo. Uno deja atrás la turbulencia o el sentimiento turbante, la relación, o el otro. Pero en ese momento, indefectiblemente, llega la sensación del fin, del telón y el aplauso, The End movie. Una sensación de vacío nos inunda, y nos deja, anudados, sensaciones encontradas. Un recuerdo de los buenos tiempos, de las risas, fotos, viajes y canciones que indefectiblemente son parte nuestra, y son parte del pasado, y el desarraigo de la memoria duele, duele mucho. Pero el futuro, y el presente, el cambio, y la necesidad de continuar creciendo nos llena, nos reconcilia con las decisiones, con la elección y la felicidad de tener el timón de nuestra existencia. Somos el resultado de nuestras elecciones, aunque nos duelan, pero al menos queda, siempre que nos manejemos con honestidad, la sensación de atesorar cariño, amistad, y recuerdos felices, compartidos y queridos, y así, abandonar cualquier sensación de sentimiento encontrado con el pasado, a fin de enriquecer nuestro presente, dando gracias por lo recibido.

Mujeres

He descubierto que no entiendo a las mujeres. No lo digo en tren de frase trillada, sino que es una profunda y sincera sensación de desconcierto que me deja atónito. Es que uno nunca sabe para donde van, dicen una cosa y piden otra, quieren el sol, cuando se los damos, lo que esperaban era la luna. Complejas y perdidas. Imposibles e imprescindibles. Se comportan como si supieran que quieren, quiénes son, nos imponen sus puntos de vista, pero, cuidado incauto!, no quieren que vayas por ahí!. Si te unes, si te rebelas, da igual. Quién escribió el manual!? quiero encontrarlo, quién quemó la única edición? a ese quiero matarlo. No seré el primero en desesperar, ni el último en regalar flores, ni el primero en correr, ni el último en querer, ni el primero en odiar, ni el último en apagar la luz. El centro del problema, el nudo giordano, la madre del borrego, es siempre que nunca nadie puede prever que hay detrás de esa sonrisa triste, de ese llanto alegre, de ese grito silencioso, del te amo de lejos, te odio de cerca. Dicen: ¿Para qué salís con tus amigos, si no quiero que estés cerca mío?, dicen todo y no dicen nada. Mejor no acercarse, prefiero saltar sobre una mina... de guerra, obvio. O en todo caso terminar con aquellos malditos que escriben esas estúpidas canciones de amor que no hacen más que pisotear la poca cordura a la que puede llegar una mujer. A los psicóticos libretistas de películas románticas, muerte. Si algo concluyo es que no las entiendo, pero muy probablemente me olvide, y me comporte tan estúpidamente como para saltar hacia una mina... perdón... de una mujer.

En el medio de la noche...

No veo, ciego y perturbado, me golpeo contra objetos que no conozco, objetos innominadas que me atribulan en la oscuridad. Golpeado caigo, incesantemente. Hastiado pido ayuda. Nadie ayuda, nadie escucha. Ni el eco de mi voz me reconforta. Solo. Me levanto y lo intento nuevamente, soy muy iluso. Caigo de nuevo. Sentado y atribulado en mis pensamientos, espero que pase la noche, y la luz del día renueve la senda de mi camino.

Las Luces

Hay que tener cuidado con varias cosas en la vida, no cruzar la calle sin mirar, no encandilarse con la impresión externa de una persona, y no arreglar los cables de luz sin cortar la corriente. Habiendo sufrido las consecuencia de los tres tips, debo decir que lo más doloroso, lejos, es encandilarse con una persona. Como los insectos hacia la luz, que se acercan pensando que es una fuente de bienestar, para luego caer muertos ante la exposición de calor que emana de las luces, caemos tarde en la cuenta que las personas que por alguna razón nos atraen, no son lo que creemos. No por maldad, o astucia, es que estas personas tarde o temprano nos desengañan, es más bien por falta de previsión y exceso de optimismo por parte del incauto que por algún motivo elige. Pero lo más doloroso no es darse cuenta del error en particular, sino más bien, acreditar con la experiencia que no es la primera vez en que cae en el engaño, y seguramente no será la última. Somos lo que elegimos, y cuando uno analiza que decisiones toma, seguramente encontrará lo que le falta. Somos incompletos, y por eso buscamos el complemento, pero cuando lo que nos falta proviene de la inseguridad, de los miedos, y de fobias, seguramente tomaremos una elección basada en la impresión falsa de lo que nos falta. Como los bichos, moriremos por nuestra propia elección, salvo que luego de mucho caminar, podamos elegir sin las fobias, miedos e inseguridades, encontrando lo que a uno realmente lo complete.