El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

La Rosa

A veces la sorpresa da lugar a la duda. La primera impresión, llegar a percibir el nombre de lo desconocido, sentir el sudor frío de la duda. Mentales y calculadores, no siempre todo rima con nuestros planes, y a veces la gota que rebalsa el baso es tan inexplicable como el choque entre los planetas. Una mañana segura, con un clima tranquilo se puede incendiar con una palabra o un gesto para el cual no estamos preparados. Alejados, tal cerebrales como una calculadora nos despojamos para volver al hambre y a la sed bárbara, deseando. El instinto, que no conduce, siempre seduce, pero hay poco para ver, y siempre es preferible sacar las espadas, o las rosas. Y, altanero, careciendo de los más mínimos reparos de la autoconservación, todavía levanta los ojos para rogar por ese deseo atragantado. Porque el nombre define todo, y a la vez es tan incomprensible como una vida. Nos falta carácter, y nos falta valor para enfrentar un nombre, aunque más no sea para saberlo, pero ilimitado y confortable se queda ahí, en nada,  y como decía el escritor nunca sabré el nombre de la rosa.