El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

En sus 40

Escribirles, cuando siempre les hablo es raro, pero la verdad es que escribiendo uno puede decir más, simplemente porque uno tarda más tiempo y tiene que pensar lo que dice.
Pensando un poco en sus 40 años de casado, se me ocurrieron muchas cosas: han vivido más tiempo juntos que separados, han vivido más tiempo juntos que lo que vivieron con sus padres y han vivido más tiempo juntos que desde que yo nací y la enana se termina de ir de la casa.
Todavía me acuerdo de como se peleaban, y mucho, y los quilombos que había a veces en la casa, me acuerdo de los encuentros y de los desencuentros.
Los días duros, esos en que se nos incendió la fábrica y no teníamos un mango, la época de las enfermedades y las penurias.
Pero aunque hubo épocas tristes, todavía me acuerdo de esos días mágicos, esos en los que nos quedábamos comiendo un domingo, en la mesita azul desplegable, en el patio del departamento. Esas noches cuando llevábamos los colchones al comedor porque hacía mucho calor en las habitaciones. Eran épocas donde no era común tener aire acondicionado y la coca-cola era de vidrio y un litro.
Me acuerdo de los dictados de la vieja, los partidos de fútbol con los chicos de la fábrica, los cañoncitos de dulce de leche de la estación, el guardapolvos azul de la mami, cuando nos limpiaba la cara con un pañuelo y saliva, a mitad de camino de la escuela.
Todo eso fue mágico, único. No hay día que este con ustedes y no tenga esa sensación de ser pequeño, niño, un hijo de 10 anos.
Porque ustedes dos son muy grandes, son la imagen de fuerza, son los abrazos cuando me canso, son presencia, cuando hago las cosas mal, cuando gano, cuando hago algo grande o insignificante. Siempre están, ahí, estoicos para sostenernos, aconsejaros, con un gesto, o con silencio, tomando un café o leyendo el diario.
Ahí, en el momento en que caemos, en que nos cansamos, cuando nos fue mal en la escuela o en la vida.
Ahí están, como un cerro, silencioso, imponente, acompañando.
Nunca he tenido la oportunidad de decir cuán importantes son, cuanto me dieron y en cuanto estoy en deuda. La deuda no es en dinero, ojo, no estoy reconociendo ninguna deuda en efectivo.
Siempre sabré que es imposible superarlos, porque con defectos, muchos, me han dejado siempre sin palabras. Porque cuando los creí equivocados, el tiempo me demostró lo contrario. Porque cuando no entendí en el momento, la vida me dejó ver.
Y ví la hidalguía y el amor que nos dispensaron siempre.
Es por eso, que hoy que cumplen 40 años de casados, quiero agradecerles por haber hecho alguien tan copado como yo.
Jajaja.
No, ahora en serio, simplemente gracias por haberme dado amor, libertad y respeto, y espero, Dios mediante, ser tributo, un poco imperfecto e inmaduro, de tanta devoción y cariño.
Gracias, porque no hice nada para merecerlos e igualmente pude ser hijo de ustedes dos.
O al menos hijo de vos Mamá, pero bueno, al menos el Papá pagó las cuentas y el biológico nunca apareció, entonces mi tributo es para los dos.
Gracias.