El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

En la vuelta 29

Que los años no te inmuten, no te penen y no te toquen, porque son como la brisa, que tranquila y callada, llega, no por mor de su vileza, sino porque es tan indefectible como la mañana. La imposible y brutal fuerza del tiempo, tiene descarnada e incordiosa vara que apura, y agota.
El tiempo no da tregua y los años nos marcan su sanguinario significado en el cuerpo. Pero sin agite, sin tristeza, los que sirven a la vida, y saben apreciar los frutos de la caridad y el deleite por lo bueno, les empuja, los libera. Llena cada día de minutos, porque el que vive, suma, multiplica. En la sonrisa diáfana de cada día, aunque no se muestren los dientes, es alegría de aquel que quiere lo mejor.
Siempre, porque las ganas de vivir no tienen precio, no tienen calles, ni salidas. Cada año suma, aunque la vida no esta resuelta, porque la mirada de cada día, por la mañana o en un desayuno trasnochado hasta el medio día, llama una cosa más. Que no hay oficina, ni rutina que le saque la alegría al que quiere, al que busca. A pesar de las decepciones, siempre hay un sol como enero o febrero, o en pleno junio.
Porque somos todo, y nada nos falta, porque todo se puede, si no falla la mirada, y porque como el mundo, si es redondo es porque lo llenan los que quieren, los que suben y saben que un año más es suma despreocupación y pulso.
Porque el tiempo es para amar, o para romper corazones, para salir o para entrar, porque hay tiempo para creer, o para encontrar, porque nunca todo está perdido, ni mucho menos alguien está perdido siempre, porque los caminos, que son años, son cortos y siempre terminan en el mismo lugar.
Para los que tientan, y llegan, o no, pero intentan, tan claramente como el amanecer desde los cerros. Porque no somos los mismos, ni somos inmortales, porque es más importante crecer que cumplir años, y porque a la vuelta de la esquina 29, tal vez, sólo tal vez, sea mejor que la 19, y si se descubre que cada vuelta tiene un mejor gusto, la fortuna y el éxito serán tan vanos para darnos la felicidad que si dan la risa y el encuentro.
Hay un antes y un después de todo, y la presa, no es más que nuestro corazón, que de viejo se vuelve sabio y sabe apreciar lo bueno, y desechar lo que no lo es.
Hay una esquina y en esa te esperé por no se que capricho del destino, que, entre divertido y melodramático, me dejó acurrucado, con la sola intención de verme perplejo ante la felicidad que llega, ni tarde ni temprano, sino cuando mejor la podía apreciar.