Hace
rato que tenía en mente escribir sobre un deporte que en particular me genera
emociones encontradas, el Hockey.
Para
un neófito como yo, primero tuve que diferenciarlo del Jockey, que es una
carrera de caballos (machos) y yeguas (hembras), con este deporte que consiste
en dos equipos que compiten para llevar una pelota de un material duro (aluminio)
o un disco de corcho a la portería contraria para anotar un tanto con la ayuda
de un bastón largo llamado "stick”
jugado por machos y mujeres. Iba a hacer un chiste fácil, pero me abstengo.
Varias
cosas me llaman la atención, pero por sobre todo, admiro profundamente el
temple con el cuál no usan el palito para sacudir las cabezas ajenas y no
terminar todo en una batahola general de asesinato múltiple, cuando un árbitro
sanciona mal, o alguien te mira feo.
No
sólo es admirable eso, sino el hecho de correr agachaditos, sin una lumbalgia
que les deje paralizado un año.
Pero,
me gustaría detenerme en el palito. Porque el que inventó este juego, debió ser
un sádico importante, por encima del que les puso a unos chicos lentos, toscos
y estúpidos una pelota ovalada que pica para cualquier lado. Ese sádico pensó: “Veamos
cómo se las arreglan corriendo para un lado y la pelota para otro”.
Finalmente
se las arreglaron, y como se aburren de llevar la pelota, se dedican a darse
golpes durante todo el partido, y con cada golpecito se vuelven un poco más
lentos, toscos y estúpidos. Igual de beneficioso resulta porque de tantos golpes
que se dan en los lóbulos temporales, se les afecta la memoria y terminan
tomando unos litros de cerveza, en el tercer tiempo, que los hace más lentos,
toscos y estúpidos.
En
fin, pero sobre el stick, debo ratificar que quién lo inventó es un sádico. Si.
Digo sádico, porque no puedo imaginarme cómo se detiene uno, cuando el árbitro
no ve, no oye o simplemente deja hacer al rival cualquier cosa, y no agarrarlo
por atrás y partirle el palo por la cabeza.
O
cuando el rival pasa por al lado, y te dice algo como que tu mamá no se qué, o
que feo color tiene tu camiseta, es imposible y no te aguantás y lo bajás de un
palazo.
Todos
los deportes tienen sus miserias, pero con este instrumento en las manos, no se
por qué el Hockey tiene menos muertos que el andinismo. O no existe un seguro
obligatorio en donde la compañía se haga cargo del palazo. Porque no hay ser
humano que ante el enojo no quiera acogotar al rival o al árbitro, pero en la
mayoría de los deportes, uno no tiene elementos y mientras busca si en el
costado de la cancha alguien se olvidó un hierro oxidado para clavárselo al
otro en el ojo, la calentura se pasa.
Algunos
son ocurrentes y cómo el 9 de Uruguay, Suárez, que termina descargando su furia
en mordiscones, pero sabido es que cada vez hay menos genios.
Pero
cuando uno no tiene que buscar nada, cuando el arma letal está en tus manos, el
árbitro cobró mal, el hijo de su madre, el que se viene haciendo el tonto con
las faltas, el que te vacila, en ese momento crucial en que todo se volvió rojo
y un halado frío empieza a subir por la espalda, cuando es sólo un breve y
simple movimiento de cintura apuntando a la segunda vértebra cervical, cuando
sabemos que con ese golpe uno hace justicia al criminal y corrupto juez, al
grasa y maldito rival, el jugador o jugadora de Hockey no hace nada, es cuando
no entiendo la naturaleza de esta gente.
O
no son del planeta, o les ponen un programa con las tres leyes de la robótica.
Si el cerebro ya mandó a sacudir un palazo, ¿cómo se detienen? ¿O es que acaso
pretenden acabar con las guerras, y los disturbios con tan estoico ejemplo?.
En
definitiva, es un enigma que no voy a entender nunca. Y que voy a tener que
sumar a otras incógnitas que rondan mi vida, tales como la razón de una pelota
ovalada, la prioridad del peatón, por qué ganó de La Rúa para presidente, y que
gusto tiene el queso untable ligth.