El mundo moderno está lleno de hombres que sostienen dogmas con tanta firmeza, que ni siquiera se dan cuenta de que son dogmas. (G.K.CH)

Claridad

Todo está entre la luz y la oscuridad, decía Chesterton antes de morir. Dios, por su parte, inicia la creación haciendo la luz, pero no la luz material derivada del sol (eso sería por el cuarto día) sino la luz sobre la cual el espíritu hace sus obras.
En la luz (no en el día) están las cosas buenas y en la oscuridad ( no en la noche) las malas.
Hay gente que presume de doctrina, pero escribe en la oscuridad porque sus intenciones no son rectas y sus palabras son falsas. Sus sentimientos escriben palabras y están huecas, son nada.
También están los que no escriben ni hablan, porque actúan en la oscuridad, a plena luz del día, rinden al púlpito acciones, malas por su efecto y por su significado. Frutos secos y muertos.
Finalmente están los que no hacen nada por la luz, están en la oscuridad, quietos, pietos, con los ojos cerrados, y tan ciegos como Borges, o Jorge en el laberinto.
Todos sumidos en la infelicidad que da no ver la luz, ni poder sentirla, porque aunque no la apetezcamos, todo se hizo sobre luz, y no escribir sobre luz es garabatear fuera del papel, lejos del cuadro y no poder hacer nada.
No hay que ser Shelley para ahogarse en la oscuridad, ni Dante para encontrarla, pero si más claros.
La claridad es producto de la simpleza y la simpleza es, ante todo, pequeñez.
Ser pequeño es reconocer que hay cosas grandes, y que nos exceden y reconocer esto último es humildad.
Entonces para ser claros, hay que reconocerse poco y defectuoso. Pero para que la claridad pueda ser percibida por otros, también tienen que tener la misma fuerza y reconocerse, poco y simple.
Claridad no es claramente, porque la mente puede percibir siempre que todo el ser esté en orden. La claridad de viene del corazón y poco hay que hacer cuando el corazón está sucio, ya sea de pasiones o de vergüenza. No puede entrar la claridad y los conceptos no son simples.
De la simpleza deriva que la explicación sea clara, y como la primera depende de la última, mal pueden vivir una separada de otra. Quien pretende explicar sin simpleza, poco favor le hace a la claridad.
La humildad es ante todo, una disposición del alma, que enfrenta con claridad y simpleza lo que pasa en el mundo. Acepta el error y reconoce una ofensa. El engreído muere en su posición por mor a verse ridículo o disminuído.
Quien no reconoce una ofensa, y no clarifica con una simple disculpa, es solo un charlatán, de los tantos que en su culposa oscuridad debate, entre trasgos y demonios su propia ceguera.
La vanidad, madre de la oscuridad, nos afecta y nos imprime temor y miedo.
Y en el miedo está nuestra propia condena. Podemos oír, podemos leer, pero para todo ello, necesitamos claridad.
La explicación es poco clara, será que estamos consumidos, y nos espera un largo camino para limpiar el alma.

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